«En un ángulo de la casa, la fría madrugada encontró a la pequeña, rojas las mejillas y la boca sonriente... muerta. Muerta de frío en la última noche del año viejo. La primera mañana del nuevo año iluminó su cadaver sentado sosteniendo los fósforos: un paquetito consumido casi del todo "¡Quiso calentarse!" - dijo la gente. Nadie nunca supo las maravillas que ella había visto ni el esplendor conque, en compañía de su abuelita había alcanzado la gloria del Año Nuevo.» (Hans Christian Andersen, La niña de los fósforos) [Leer el cuento completo]
«La manufactura de cerillas data de 1833, en que se inventó la aplicación del fósforo a la cerilla. A partir de 1845, esta industria comienza a propagarse rápidamente por Inglaterra [...] y con ella el trismo, enfermedad que un médico vienés descubre ya en 1845 como característica de los cerilleros. La mitad de los obreros de esta industria son niños menores de 13 años y jóvenes de menos de 18. La manufactura cerillera tiene tal fama de malsana y repugnante, que sólo le suministra niños, "niños andrajosos, hambrientos, abandonados y sin educar", la parte más desamparada de la clase obrera, viudas medio muertas de hambre, etc. De los testigos de esta industria examinados por el comisario White (1863), 250 tenían menos de 18 años, 50 menos de 10, 10 menos de 8, y 5 no habían cumplido aún los 6 años. Jornadas de trabajo de 12 a 14 y 15 horas, trabajo nocturno, comidas sin horas fijas y casi siempre en los mismos lugares de trabajo, apestando a fósforo. En esta manufactura, el Dante encontraría superadas sus fantasías infernales más crueles.» (Karl Marx, El capital. Tomo 1)
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